El Gran Aniversario

Hace 50 años fue inaugurada nuestra sede actual; medio siglo ha transcurrido de fecunda y multifacética actividad llevada a cabo a lo largo de su existencia. Y este trascendente acontecimiento que celebramos fue sin duda alguna la etapa culminante de un largo proceso de desarrollo institucional del movimiento progresista judeo uruguayo. Y en este número especial de Entérese, queremos honrar la memoria de quienes tuvieron sobre sus hombros la responsabilidad de llevar a cabo una obra de tal magnitud. Inmigrantes de la Vieja Europa, en su mayoría de origen azquenazis, traían en sus maletas sueños y esperanzas de una vida nueva y digna que les fue negada a principios del siglo pasado. En esta bendita tierra uruguaya y, en su pueblo, encontraron las condiciones propicias para iniciar esa vida nueva. En su mayor parte autodidactas, comprendían que la cultura y la educación no eran un producto para lucir los domingos, sino que enriquecen al hombre, moldean su espíritu y lo ayudan a comprender ese universo. Por eso en el nuevo edificio crearon la escuela Idish, laica y progresista de seis grados que formaría las nuevas generaciones bebiendo en la fuente inagotable de la tradición humanista del pueblo judío.

Cabe preguntarnos: cómo y por qué se llevó a cabo tamaño emprendimiento? Por un lado debemos tener presente la evolución socio económica de la colectividad. Por otro el desarrollo en ascenso de las instituciones matrices de cuya savia se nutrió la pléyade de esforzados activistas que luego materializarían el sueño de un palacio de la cultura judía en Montevideo, que llevaría el nombre del Dr. Jaime Zhitlovsky. Filósofo y ensayista brillante supo el Dr. Jaime Zhitlovsky en la década del 30 ante el auge del nazismo, llamar a todos los judíos a la unidad en la lucha contra el enemigo común.  Bajo su advocación fue edificado e inaugurado en 1950 un verdadero palacio de la cultura, conocido como "Palacio Zhitlovsky". Pero hacer realidad este proyecto significó el esfuerzo de numerosos activistas, no sólo en las diferentes etapas de planeamiento y ejecución, sino además, conseguir como se hizo que cientos de contribuyentes, la mayoría con recursos limitados, aportaran las más de las veces con sacrificio, para que este edificio fuera una realidad.

Significó muchas horas robadas al sueño, al descanso, al trabajo. Y esto es lo que recordamos como un ejemplo a seguir, fieles a la consigna emanada del Congreso Internacional Judío por la Paz y la Cultura (I.C.U.F.), que en su parte medular decía que:  "La cultura es un arma probada en la lucha de los pueblos por su existencia nacional", siendo a la vez señalada en un sólo aliento la añoranza de un Mundo Nuevo, libre, en un ordenamiento de Justicia Social, en la que el Pueblo Judío está firmemente comprometido.

La Segunda Guerra Mundial, con su dantesco saldo de destrucción en vidas y bienes, se ensañó particularmente con el pueblo judío. El nazismo se había propuesto destruir físicamente al judaísmo y aniquilar también su acervo cultural y espiritual acumulado a través de siglos por las viejas colectividades judías de Europa. La derrota del nazismo hizo crecer la fe en un futuro de justicia y de paz. La única forma de restañar las heridas y sobreponerse de tanto dolor debía ser sin dudar, el abocarse a la tarea de reconstruirlo. Los nazis se habían propuesto hacer desaparecer la vida social y cultural de las colectividades. Los sectores populares y progresistas de nuestra colectividad, se compenetraron de la misión que les imponía el momento histórico. Emergían más unidos que nunca después de haber actuado con abnegación y sacrificio en las tareas de ayuda a los ejércitos aliados que combatieron y derrotaron al nazismo. Surgió entonces la iniciativa de construir un edificio que pudiese albergar las instituciones existentes, para brindarles la oportunidad de desarrollar en mejores condiciones una intensa actividad deportiva, educacional, social, y artística.

La Escuela y su Esencia

La construcción del edificio cuyo cumpleaños estamos festejando, no fue el amontonamiento de un montón de ladrillos, no fue tampoco la acción caritativa de algún Mecenas. Nooo... Nada de eso...

Fue el convencimiento definitivo de la masa social de nuestras instituciones de que no estaban viviendo temporariamente en Uruguay,  sino que aquí habían echado sus raíces,  y de que aquí florecerían y crecerían sus familias.

Sabiendo que nada podrían lograr -que no fuera hecho por sí mismos- y aprovechando un clima de euforia por el triunfo aliado sobre las hordas fascistas, los sectores activos de nuestro movimiento multiplicaron esfuerzos para llegar a la meta soñada: la construcción de un marco adecuado para la realización y ampliación de las actividades que se venían realizando.

Una sola conducta hacia vibrar los corazones de cada uno de los que estaban en tomo de esta quimera: dar de sí, antes que pensar en sí mismos.

La escuela laica judía -pilar fundamental de la educación y formación de las nuevas generaciones- ya trasladaba su funcionamiento a esta sede dos años antes que esta se inaugurara oficialmente.

La colmena de actividades la integraban los jóvenes y los cadetes, el coro, el teatro en idish y en castellano, la biblioteca y la venta de libros y revistas; los círculos de lectura y la actividad específicamente femenina, los deportes y el cine; todas ellas abonadas con las semillas de la amistad y la solidaridad.

No debemos y no podemos olvidar a la prensa nuestra como elemento movilizador y orientador.

Tanto el Diario Unzer Fraint -que se editó en idish durante más de cuarenta años- como el periódico Presencia en castellano, fueron decisivos en la forja y consolidación del Movimiento Icufista que conmemora hoy 75 años de su vida institucional.

Historiar sobre cada una de las ramas de la actividad nos llevaría, sin lugar a dudas, toda una enciclopedia.

Algo de eso lo hemos hecho en la serie "Testimonios" a través de entrevistas en video a una serie de activistas de diferentes ramas de nuestra actividad societaria.

La Escuela del Centro -que ya contaba con una experiencia de más de 20 años (como escuela obrera primero y como escuela laica después)- continuó su actividad en las luminosas aulas especialmente construídas; era el sueño hecho realidad de un maestro infatigable en su labor y a quién nunca se le brindó el homenaje debido: El Maestro Jone Emma.

El fue el continuador indiscutido del pionero de la educación judeo-progresista en nuestro país, el Maestro Moisés Rabinovich.

En la escuela no sólo se enseñaban las asignaturas del programa: Idioma Idish, Literatura e Historia de nuestro pueblo, festividades nacionales y judías, acontecimientos internacionales, etc.

Esto se complementaba indisolublemente con la actividad del Kinder-club. Allí hacían los chicos sus primeras experiencias de actividades sociales en forma autónoma: desde dirigir una reunión, o arbitrar un encuentro deportivo, desde ser tesorero o bibliotecario, hasta tomar la palabra para apoyar o criticar una labor realizada.

Y mientras escribimos estas líneas, cuántos recuerdos se nos asoman; recuerdos difícilmente traducibles al papel: las excursiones en camión al Parque Lezica, al Parador Tajes o al Parque Roosvelt; los recuerdos gozosos cantando, cantando y cantando de felicidad.

Saludos desde Israel

Cincuenta años es toda una vida. Y en especial cuando se trata de una Institución que me señaló el camino a seguir en la misma. Recuerdos hay demasiados, de todo tipo alegres y tristes también. Vivencias muchas también positivas aunque hay algunas que no lo son.

Pasar la puerta de hierro forjado con el numero 1480 de la calle Durazno es como entrar en el túnel del tiempo. Pero no entro solo. Me acompañan los recuerdos de Mario Chiz y la Ñata Bureikus, entre otros. De la pared me miran el Dr. Jaime Zhitlovsky y el rabino con kipa en la cabeza y el sable en la cintura. También veo a Steimberg y a Lejbusievicz padre detrás del mostrador y la pelada de mi padre atrás de la máquina de café. Veo en el mostrador preparando rodajas de limón, como para té, ya que en uno de los congresos de la CNT, le habían pedido grappa con limón. Me asomo al teatro y veo la figura alta y de pelo parado de Glinterschik con su voz profunda y suenan las canciones del coro lan Hendel y a Juanita Mangupli dirigiendo.

Escucho el ruido de pasos y los murmullos de las viejas subiendo a la biblioteca para comenzar con el Lein Kraiz, que como el rito actual de seguir una telenovela, se preparaban para leer un nuevo capítulo del interminable libro que seguían con un increíble interés. Me acerco a las escaleras y el busto de Artigas me hace sentir a Sacco y Vanzzeti gritando su inocencia en la inolvidable puesta en escena del teatro Universal y que quedarán para siempre grabados en los muros del edificio.

El gimnasio es para mí volver exactamente cincuenta años atrás. En la puerta se entremezclan los sonidos de violín y la dulce voz de Romeo Gavioli, el clarinete de Santiago Luz que ponía el alma en cada pieza y veo a las parejas bailando llenando hasta el tope el parquet de la cancha convertida en pista de baile improvisada. Los entrenamientos del inolvidable ACIZ que fue una de las experiencias más positivas.

Las sonrisas de Arnoldo Flaksbard y Boris Furman levantando junto a la red para que El Gaucho José pudiera picar. Hace algo en el pecho recordar todo eso. Pero eso es exactamente lo que quiero dejar grabado en la memoria junto con el esfuerzo de todos los compañeros cadetes, juventud o los mayores. Cada uno en su momento hizo todo lo que estaba a su alcance para que el progresismo judío quedara en alto. Desde la campaña financiera para solventar los gastos, hasta la presencia del ACIZ en todas las canchas, pasando por las interminables noches de guardia cuando los atentados fascistas. Para defender algo, que era la herencia que nos habían dejado, los que luchando para construir esto, incluso se privaron de mucho, cuando su llegada a un país que iba ser para siempre su nuevo hogar. Para defender el legado de los luchadores del Ghetto de Varsovia que se inmolaron para defender  un mundo mejor  y para que se formara un hombre nuevo, que es y seguirá siendo la causa de la existencia de nuestra querida Institución.

 Estén seguros que yo estaré con ustedes en los festejos, aunque sea con el corazón y pensamiento. Las distancias también unen y los recuerdos no se pueden borrar.                Shalom -Salo Levin - Israel